Mariel Armella En los últimos años, el cuidado de la piel se ha convertido en una práctica común entre niñas y adolescentes, impulsado en gran medida por la influencia de las redes sociales y la industria cosmética. Sin embargo, este fenómeno ha generado preocupación entre especialistas, quienes advierten sobre los riesgos asociados al uso prematuro de productos cosméticos en menores de edad.
EL AUGE DEL SKINCARE INFANTIL
Niñas y preadolescentes acuden a tiendas especializadas en busca de productos de cuidado facial. Entre los artículos más demandados se encuentran preparados “antiage” a base de retinol, un derivado de la vitamina A que renueva y favorece la elasticidad de la piel para combatir las arrugas. Estos productos, diseñados para adultos, pueden ser innecesarios e incluso dañinos para la piel joven.
Según informes, se espera que la industria internacional de skincare para niños e infantes alcance los 484.000 millones de dólares en ganancias para finales de 2025.
RIESGOS DERMATOLÓGICOS Y PSICOLÓGICOS
El uso indiscriminado de productos cosméticos en menores de edad puede derivar en diversas complicaciones dermatológicas, como eccemas, quemaduras, reacciones alérgicas y acné. La piel joven es más sensible y no requiere de tratamientos agresivos que puedan alterar su equilibrio natural.
Además de los efectos físicos, este fenómeno también tiene implicaciones psicológicas. La obsesión por alcanzar un ideal de belleza promovido en redes sociales puede llevar a trastornos como la dismorfia corporal, caracterizada por una preocupación excesiva por defectos percibidos en la apariencia. Este trastorno afecta principalmente a adolescentes, pero también puede presentarse en la infancia.
EL PAPEL DE LOS PADRES Y EDUCADORES
Ante esta situación, es fundamental que padres, tutores y educadores intervengan para guiar a los menores en el cuidado adecuado de su piel. Los especialistas recomiendan establecer hábitos básicos como la higiene diaria y el uso de protector solar, evitando el uso de productos destinados a adultos sin la supervisión de un profesional.
Es esencial fomentar una relación saludable con la propia imagen y promover la aceptación de la diversidad de cuerpos y apariencias. La educación en valores y el pensamiento crítico son herramientas clave para contrarrestar la presión estética impuesta por las redes sociales.
