Cuando la pandemia nos obligó a quedarnos en casa, muchos buscaron maneras de distraerse. Para Andrea Céspedes, veterinaria de profesión, ese tiempo libre la llevó a descubrir un camino inesperado, la cosmética artesanal.
Todo comenzó con unos jaboncitos que elaboraba solo para ella y sus amigas. “Era un hobby, algo que me distraía del encierro”, recuerda. Sin embargo, los buenos comentarios de quienes los probaban y la oportunidad de participar en ferias locales hicieron que lo que empezó como entretenimiento se transformara en un emprendimiento con futuro.
Hoy Andrea se dedica de lleno a su marca Musiña Cosmética Artesanal, que cuenta con alrededor de 25 productos entre faciales, capilares y corporales. La línea incluye desde jabones, tónicos y sérums, hasta shampoo, desenredantes, perfumes sólidos, bálsamos labiales y gel para pestañas. Con el tiempo, se ha capacitado con cursos y lecturas para perfeccionar sus fórmulas y ofrecer productos seguros, efectivos y con una identidad propia.
Entre los más solicitados destacan los jabones faciales, el agua de rosas, los sérums y el gel de pestañas. Sus clientes no solo buscan cosmética natural, también valoran los resultados: piel más hidratada, pestañas más fuertes y rutinas de cuidado que se convierten en un momento de bienestar. Para Andrea, la clave está en entender que “cuidarnos no es un gasto, es una inversión. Nos hace sentir más seguras y confiadas”.

Aunque admite que antes no era constante con su propio skincare, ahora recomienda empezar con lo básico: limpieza, tónico, hidratación y protector solar. Según ella, con esos simples pasos ya se notan grandes cambios. También celebra que hoy incluso adolescentes se interesen en el cuidado de la piel, porque significa generar buenos hábitos desde temprano. “Me alegra que se ponga de moda el skincare, ojalá yo hubiera empezado desde joven”, confiesa.
Un aspecto que diferencia a “Musiña” es la frescura de sus productos. Al trabajar de manera artesanal, Andrea elabora lotes pequeños que aseguran calidad y seguridad. Los líquidos tienen una duración aproximada de seis meses, gracias a conservantes naturales, mientras que los sólidos, como jabones y bálsamos, pueden conservarse hasta un año. Ella misma explica que rara vez alguien llega a ese plazo, ya que suelen terminarse mucho antes.

Detrás de cada frasco y jabón hay un proceso manual: desde la preparación de los ingredientes hasta el envasado y etiquetado. Andrea trabaja sola, pero con el compromiso de ofrecer algo hecho con dedicación y transparencia. No busca producir en masa, sino llegar a quienes valoran lo artesanal, lo natural y el esfuerzo que hay en cada detalle.
Lo que nació como un pasatiempo se ha convertido en un proyecto de vida que crece cada día. Andrea no solo encontró una nueva vocación, sino también una forma de compartir con otros su amor por lo natural y lo hecho a mano. Para quienes quieran conocer más sobre sus creaciones, “Musiña Cosmética Artesanal” está presente en Facebook, Instagram y TikTok.
La historia de Andrea es un recordatorio de que, a veces, los momentos más difíciles pueden dar lugar a los proyectos más inspiradores, esos que nacen sin pretensiones y terminan marcando un nuevo rumbo.



