Adriana Elizabeth Estévez ha tenido una vida tan variada como inspiradora. Nacida en una familia que le enseñó a perseguir sus sueños y a ser independiente, ha explorado caminos como el piano y la gastronomía, pero su verdadera pasión siempre ha sido el judo.
Desde que era una niña pequeña, acompañaba a su tío a los entrenamientos y para muchos de los estudiantes de judo, es una figura familiar desde que gateaba en el tatami. Adriana sintió que el judo era su hogar, una forma de vida que le enseñaba no solo a ser fuerte, sino también a ser resiliente.
Sin embargo, su mamá tenía otros planes y, a los 6 años, Adriana tuvo que alejarse del judo. Fue entonces cuando comenzó a estudiar piano, pero no logró llenar el vacío que sentía.
Para ella, el piano fue una experiencia difícil, siempre quedaba la sensación de que algo esencial le faltaba.
“El judo te enseña a caer, literalmente y en la vida, porque si te caes cuatro veces, te levantas cinco”, dice Adriana, explicando que ese también es el lema de su club. Hoy, su mamá la apoya incondicionalmente, y Adriana vuelve a estar en el camino de su verdadera pasión, dedicando su vida a transmitir su conocimiento y amor por este deporte a sus estudiantes.
El Club de Judo Shimoida No Anaguma by Mitsuo Shimoida es el sueño hecho realidad de Adriana.
Aunque el club es relativamente joven, se ha convertido en un espacio donde sus estudiantes no solo aprenden técnicas, sino también la filosofía de vida que acompaña al judo.
Para ella, cada logro de sus alumnos y cada medalla obtenida en competencias es una señal de que va por el camino correcto. Sin embargo, no siempre ha sido fácil; uno de los momentos más difíciles fue cuando su esposo tuvo que dejar el club por razones profesionales, lo que hizo que se sintiera sola. Afortunadamente, uno de sus estudiantes, Elías Ortuño, se convirtió en un apoyo fundamental para ella y el club.
Adriana cree firmemente en el poder de las artes marciales para mejorar la vida de las personas, especialmente de los jóvenes. «El judo no es solo un deporte o una práctica violenta; es un camino de autoconocimiento», comenta.
Su mayor consejo para quienes desean emprender es simple, pero poderoso: “En medio de la duda, siempre hay un segundo para dar el salto. Háganlo; se caerán, pero se levantarán”.
Además, anima a los padres a que inscriban a sus hijos en actividades como el judo, que enseñan autocontrol, respeto y autodefensa.
Mirando al futuro, Adriana sueña con ver a su club crecer hasta abarcar diferentes disciplinas de artes marciales.
Su visión es crear un programa completo y afiliado que no solo forme a atletas, sino a seres humanos completos.
Algún día, sueña con que uno de sus estudiantes llegue a los Juegos Olímpicos, y todo parece indicar que está en el camino correcto para hacerlo realidad.